martes, 23 de abril de 2024 00:03h.

2016, el peor año de la historia de Venezuela puede continuar… Con 2017, un año aún peor

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Uno de los tuits más celebrados en estos días en Venezuela reza más o menos así: “Me imagino a los europeos celebrando el fin de 1938, diciendo ‘fue un año de mierda’”. No solo es que 2016 es el peor año que recuerdan los venezolanos en su historia, sobre todo en lo económico (no hay estadísticas de un descalabro como el de este año que termina no solo en Venezuela, sino, probablemente, enLatinoamérica) sino también en lo social y en lo político. Como bien decía el político opositor Henrique Capriles en una alocución el 30 de diciembre, “el año empezaba con una esperanza de transición política y termina con un chavismo debilitado, pero con una oposición que no se ha fortalecido”. Esto, por decir lo menos.

A modo de balance, de inventario, en PanAm Post quisimos hacer un resumen de lo que deja 2016 y cómo esto nos coloca hacia 2017. Basta decir, lo sabe todo el mundo, que las perspectivas no son buenas, pero se tratará de hacer una mezcla de escenarios sobre lo que puede ocurrir el próximo año en el país suramericano.

En lo político

Ciertamente, Nicolás Maduro termina el año fortalecido. “Resistimos y vencimos”, señala el mandatario en cada alocución de radio y televisión con las cuales casi diariamente interrumpe su esparcimiento a los venezolanos.

Para Maduro haber “resistido y vencido”, implica dos cosas: la primera es que no salió del Gobierno, a pesar de que empezó 2016 habiendo perdido unas elecciones por paliza. Eso es resistir; vencer es que, impunemente, y sin ningún asidero legal, salvo el que le brinda la estructura mafiosa filial del PSUV enquistada en los tribunales y muy principalmente en el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), le robó a los venezolanos el derecho a la participación política, expresada en el referendo revocatorio; y no solo se los robó, sino que hasta ahora no ha pagado la consecuencia de ello, es decir, la protesta popular y las sanciones económicas y políticas internacionales, que hasta ahora se han expresado muy vagamente en la amenaza de aplicarle la Carta Democrática Interamericana y la suspensión de Mercosur, que el Gobierno venezolano ha toreado con estupideces como la de la canciller, “entregando” la presidencia del organismo a Argentina, luego de seis meses haciendo el peor ridículo internacional que se recuerde en la historia de la integración.

Es decir, durante 2016, Maduro se ha erigido en dictador; y la oposición no estaba preparada para ello, como reconoció Henry Ramos Allup, hasta el próximo 5 de enero presidente de la Asamblea Nacional, esquilmada en todas sus atribuciones por el precitadoTSJ, en una entrevista sin desperdicio que publicó el portal Konzapata.

La oposición llega a 2017 desorientada, no solo porque el robo del referendo la colocó en un terreno para el que no estaba preparada, el de la lucha popular; sino porque, posteriormente, a raíz de los saqueos presentados en varias ciudades del país con motivo de la eliminación del billete de 100 bolívares, tampoco tuvo una respuesta. Parece haberse quedado suspendida el 15 de diciembre y estar esperando el regreso de vacaciones, vacaciones que los venezolanos no tienen en medio de la Navidad más triste de sus vidas.

Pero tampoco Maduro las tiene todas consigo. Hasta ahora, ha sido indispensable para el chavismo. Pero en diez días a partir del comienzo de año, perderá esa condición, porque, si renunciara o fuera destituido, otro chavista ocuparía el poder al menos durante dos años. Si hasta ahora Maduro podía conformarse con vigilar a la oposición para sentirse seguro, ahora tendrá que mirar de cerca a las múltiples facciones que pueden hacer estallar el chavismo en mil pedazos y desconfiar hasta de su sombra.

En resumen, 2017 marcará una profundización de la inestabilidad política, que se agravará en la medida en que el chavismo no quiera hacer elecciones de ningún tipo, porque eso está claro: los procesos comiciales han quedado suspendidos, a menos que el chavismo logre inhabilitar a toda la oposición, como hizo Daniel Ortega en Nicaragua, y realizar unas elecciones de charada solo con su partido y sus satélites. En febrero podrá inhabilitar a toda la oposición. Dependerá de la presión interna y externa que no lo haga.

En lo económico

El diputado José Guerra, exdirector del Banco Central, hacía un análisis de cómo comenzaba 2017 en relación con 2016: el año 2015, la inflación fue de 180 %, y se triplicó hasta más de 500 % este año (2.900 % en el “trienio perdido” de Nicolás Maduro); el Producto Interior Bruto, que había caído 6 % en 2015, se desplomó en 12 % en 2016, y acumula una caída de 1/5 en tres años, un desastre sin precedentes en muchos países; el salario real perdió al menos 20 % de su poder de compra; el petróleo cierra 2016 con un alza de 10 % en relación con 2015, pero Venezuela ha perdido casi 20 % de su capacidad de producción petrolera, así que el resultado de esta variable también termina siendo negativo. Todas estas son cifras extraoficiales, porque el Banco Central no publica oficiales desde hace años.

Por supuesto, con semejante “piso”, el escenario para 2017 solo puede ser peor, sobre todo si Maduro termina atornillándose precariamente en el poder, sin ningún cambio de políticas, y tomando en cuenta que pocos analistas predicen un incremento del precio del petróleo, a pesar de los acuerdos de los productores; y agregando a esto que la industria petrolera venezolana continuará su acelerado declive. Decía Guerra, en la misma rueda de prensa, que “el apocalipsis no llega”, pero las consecuencias en lo social de tan largo desastre económico sí podrán considerarse como un apocalípsis. Las perspectivas solo serán buenas si se produce un cambio de Gobierno –y uno ordenado, por la vía electoral.

En lo social

Este año, el número de gente que está en la pobreza supera 70 %. Es difícil aumentar esa cifra, porque, probablemente, el otro 30 % restante de los venezolanos tengan un colchón en forma de activos extranjeros (dólares) o de activos físicos que puedan ir vendiendo para sostenerse. Sin embargo, entre los que ya son pobres es muy probable que su situación se agudice.

Así, por ejemplo, economistas como Ángel García Banchs sostienen que el número de gente que come de la basura o que no tiene suficiente alimento para sostenerse se incrementará dramáticamente, todo ello aderezado por un desplome de la producción de alimentos que está siendo advertido por los gremios de los agricultores (Fedeagro) y de los ganaderos (Fedenaga) y que no hace prefigurar mejoras.

Ante todo este panorama, el escenario de revueltas sociales crece. Hay políticos, incluyendo al propio Capriles, que creen que la protesta social no surgirá espontáneamente, como demostró el robo del revocatorio por parte de Maduro; pero desde la Revolución Francesa, el hambre es una situación preinsurreccional. Incluso sin una protesta masiva, espontánea y nacional, es previsible que la protesta social se vuelva inmanejable para el Gobierno por su dimensión y cantidades cotidianas.

Lo internacional

Aunque ya se hizo un análisis previo en “lo político”, lo lógico es pensar que en algún momento de los próximos meses se volverá a debatir (e incluso es posible que se apruebe) la aplicación de la Carta Democrática al Gobierno de Maduro. Es también probable que Maduro enfrente un proceso creciente de aislamiento internacional, incluso entre quienes hoy sus aliados “blandos” (y que ayer eran duros, como Rafael Correa o algunas islas del Caribe).

Para los venezolanos, que hoy enfrentan un éxodo de sus hijos hacia diversas partes del mundo, estas no son buenas noticias. Es probable que muchos países endurezcan las condiciones de ingreso a los venezolanos, como se ha intentado hacer en Panamá (sin éxito) y se ha anunciado en algunos otros países.

La gran incógnita es si Donald Trump endurecerá su línea hacia Venezuela o pactará con Putin una especie de nueva “doctrina Monroe”. La política internacional de Estados Unidos, que marca la del hemisferio, sin duda, es hasta ahora una incógnita, aunque cargos claves de la nueva administración, como John Kelly, han mostrado en el pasado ser de línea dura hacia el chavismo. Tampoco se sabe qué posición tomará la nueva administración en petróleo, pues Trump ha abogado por la autarquía petrolera, lo que dejaría a Venezuela sin el único cliente que le paga en moneda dura. Y Rex Tillerson, su nuevo secretario de Estado, proviene de Exxon Mobil, que ha sostenido un largo y amargo litigio con el chavismo en el Ciadi.

La incógnita militar

Cierro estas líneas con una incógnita adicional. Reputados analistas, como Luis Ugalde, sacerdote jesuita, han señalado que el país no puede entrar en una transición sin un apoyo de las Fuerzas Armadas. Hasta ahora, estas han respaldado monolíticamente a Maduro, al menos en lo aparente. ¿Soportarán el escenario que se vislumbra para 2017? ¿Hasta dónde inmolarán el escaso prestigio de cuerpo que aún les queda en una dictadura abierta? ¿O son, como muchos dicen, el verdadero Gobierno, la verdadera dictadura, participando en prácticamente todos los hechos de corrupción que se denuncian pero no se investigan?

Hay quienes sostienen que el discurso hacia la Fuerza Armada debe ser conciliador. Pero es muy probable que las cúpulas militares ya hayan llegado más allá del punto de no retorno en su apoyo al chavismo y sientan que no puedan salir bien libradas de esta, por lo cual lo mejor es sostener el régimen.

Como decía al principio, Venezuela puede haber vivido en 2016 su 1938.

Ojalá no llegue el ominoso verano de 1939 a este país.

Feliz año, si se puede.

Pedro García OteroPedro García Otero

Pedro García es el editor del PanAm Post en español. Periodista venezolano, con 25 años de experiencia en cobertura de temas económicos, políticos y locales para prensa, radio, TV y web. Síguelo @PedroGarciaO.