jueves, 28 de marzo de 2024 03:13h.

Marianella Salazar: Un Gobierno Espurio

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Maduro necesita una guerra para aureolarse de muertos y revolución sangrienta. La guerra vuelve carismático hasta a un soldado raso; Maduro lo ha comprendido y ha cogido su fusil. Interrumpió los actos de la Divina Pastora, que más de medio país seguía con religiosidad el pasado sábado por la televisión, y obligó a que presenciáramos unas escenas concebidas para asustar, propias de una mala película de ficción, con unos ejercicios militares de acción integral antimperialista Zamora 200, donde anunció, todo despatarrado, con el dedo puesto en el gatillo y el ojo en la mira, que armará los campos y los barrios para una guerra popular prolongada, algo inconcebible que solo festejan la delincuencia y los pranes, que mantienen el país, armados hasta los dientes, en toque de queda desde las 8:00 de la noche.

En Venezuela está sembrado el miedo; cada veinte minutos un venezolano muere a manos de los dueños únicos y señores de las sombras, es el fruto sangriento de la revolución. Al día siguiente, como no podía ir a la Asamblea Nacional, que lo declaró en abandono del cargo por incumplimiento de sus funciones constitucionales, se fue en calidad de presidente de facto a rendir su memoria y cuenta ante el Tribunal Supremo de Justicia y, desde allí, retomó su virulencia y amenazó con una lucha armada continental si lo sacan del poder. Se cree en el derecho “histórico” de combatir en todo el territorio americano para que el proyecto revolucionario y el socialismo del siglo XXI –del que ya nadie habla– no se evapore en una nube de polvo tóxico. Advirtió que radicalizaría aún más la Fuerza Armada Bolivariana y la echaría a la calle si cae la revolución, algo que producirá un baño de sangre.

Alguien en su sano juicio debería darle un parado; solo un loco furioso puede hablar de guerra, amenazar a países vecinos y al mismo tiempo hablar de los caminos de paz que surgirán de la mesa de dialogo, con el Vaticano impartiendo su bendición.

La Santa Sede se ha revelado como un mediador cuestionable que viene legitimando a un gobierno espurio como el de Maduro. Eso quedó demostrado con la presencia del nuncio apostólico, Aldo Giordani, que aplaudió como un actor de reparto durante el aquelarre del TSJ, suficiente falta de parcialidad lo descalifica para continuar con la farsa del diálogo. Sin embargo, hay una dirigencia opositora que continúa justificando su presencia en la mesa con el argumento de que debe atender el llamado del papa Francisco, como si hubieran hecho votos de obediencia. Tanta religiosidad asombra cuando nadie les cree ni el padre nuestro.

Chavismo azul. La amenaza de inhabilitación política contra el gobernador de Miranda, Henrique Capriles Radonski, pretende evitar su candidatura en 2018. El coordinador de Voluntad Popular, Leopoldo López, es quien lidera todas las encuestas de popularidad, seguido a distancia por Capriles. López es un preso político que no podrá ser candidato, Capriles ya está posicionado y tiene franca ventaja sobre el resto de los opositores; por eso el gobierno quiere sacarlo del juego electoral y escoger su candidato; por eso Maduro elogia la forma de hacer política del presidente de Un Nuevo Tiempo, Manuel Rosales. Si no, ¿cómo es que diputados de UNT impidieron, con su ausencia en la sesión de la AN, la designación de nuevos rectores del CNE, con la cual la oposición se jugaba su futuro electoral?

Todo está dicho, el candidato de oposición que escogerá el gobierno será Manuel Rosales o el gobernador de Lara, Henri Falcón. Prefieren incluso a Henry Ramos, a quien reconocen como presidente de la Asamblea Nacional y no a Julio Borges. ¡Sospechoso! La oposición debe hacer causa común con Capriles y no dejar que el gobierno escoja nuestro candidato. Es inaceptable.

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